lunes, 8 de noviembre de 2010

Suances, abril del 2010

Cerró el paraguas y se lo colgó del brazo. Había dejado de llover hacia ya diez minutos. Sumergido en sus pensamientos caminaba a orillas del mar, mirando al infinito, mientras las olas rompían en sus pies descalzos y el viento soplaba con tanta fuerza que, por segundos, le cortaba la respiración. Habían pasado ya tres meses desde que decidiera marcharse con los mismos zapatos que ahora llevaba en la mano y la única compañía de un libro de viajes, lo suficientemente pequeño como para meterlo en el bolsillo. Intentaba cumplir un sueño, encontrarse a sí mismo en la gran ciudad de los desconocidos, donde nadie pudiera juzgarle, donde nadie intentara aconsejarle. Quería ser él mismo, entre el bullicio, sentirse hormiga y no elefante. Quería partir de cero pero se equivocó, porque atrás sólo dejó lo material, consigo se llevó la peor carga y fracasó. No supo desprenderse de sus fantasmas, no supo decirle adiós a su miedo, no tuvo las agallas suficientes para afrontar con optimismo su nueva etapa. Tenía miedo y regresó. Volvió a su pasado, pero antes decidió caminar a orillas del mismo mar que habían visto sus ojos durante 30 años. Cerro su paraguas y lo colgó del brazo. Había dejado de llover hacia ya diez minutos, pero sumergido en sus pensamientos  no se había dado cuenta de que el sol empezaba a brillar entre las espesas nubes del cielo y un arcoiris disimulado se pavoneaba ante los objetivos de las cámaras de aquellos turistas. Sintió el frío del agua en sus pies y decidió sentarse en una roca, entonces notó que alivio conquistaba su estómago, se sintió en casa. No tuvo miedo, consiguió sentirse hormiga ante la inmensidad del mar. Se dio cuenta de que allí no era elefante, de que nunca lo había sido, de que los objetivos no le enfocaban a él, sino al arco de colores que aprovechaba orgulloso su efímera existencia, de que nadie le miraba por ir descalzo en diciembre. Había huido del lugar en el que era más feliz, al que había regresado tres meses después para conseguir superar aquello que lo había llevado lejos.

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