miércoles, 13 de abril de 2011

Reconstrucción

Qué corta es la vida, ¿verdad?
                                              Entonces, por qué no disfrutamos.
Por qué no nos dejamos llevar, por qué tenemos miedo, por qué dejamos que nos aten, que nos corten las alas. Por qué vivimos como tenemos que vivir y no como nos gustaría hacerlo. Si nacemos para morir, si tenemos un principio y un final, si entre medias sólo hay tiempo, por qué lo desaprovechamos.
Por qué somos contables cuando queremos ser peluqueros, por qué tenemos peces cuando nos gustan los perros, por qué nos ponemos tacones si lo que queremos es ir descalzos. Por prestigio, por comodidad, por apariencia. No por felicidad.
La vida nos da golpes tan duros como para dejarnos cicatriz. Después nos compadecemos de nosotros mismos, vivimos de las rentas del dolor, morimos en vida, no vivimos para morir. Yo, la primera.
Quiero que cambie. Quiero sonreir sin tener que alquilar la sonrisa, quiero que la sonrisa sea mía. No quiero vivir en blanco y negro en la generación 3D.
Un día fui yo y al día siguiente dejé de serlo. Me desperté y todo había cambiado. Alguien deshizo el puzzle. Ahora sigo en el suelo, intentando reconstruir el rompecabezas. La base está colocada, las piezas empiezan a cuadrar. Son cimientos... pero es el  tejado lo que protege la casa.

Acabaré el rompecabezas, la torre de cartas de una baraja que está incompleta. Aprenderé a vivir sin uno de esos pilares que sujetan mi propia torre de marfil. Volveré a ser yo. Ya he empezado. Dicen que sigo siendo una adolescente.

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