Balance de cuentas

Hoy voy a utilizar mi blog como plataforma de agradecimiento. La gran mayoría de vosotros os habréis levantado un miércoles cualquiera de noviembre, pero para mí hoy es un día de esos que preferiría borrar con la goma si estuviera escrito a lápiz en el calendario. No obstante, no puedo hacerlo, tendré que seguir en pie las restantes catorce horas y media (son las 9.35 horas) que quedan para que la jornada termine. Y con una sonrisa -a ratos forzada- quiero agradecer a mucha gente que haya estado ahí. Con la perspectiva que da el tiempo -muy poco tiempo- he confirmado que tengo amigos de verdad y, por descontado, familiares que muchos quisieran tener. También ha habido decepciones, no creáis, pero éstas han sido menores, entre otras cosas porque siempre he sabido lo que puedo y no puedo esperar de determinadas personas -ciertas traiciones me han servido para aprender a agrupar a la gente-.
En mi caso, se cumple el dicho de que con los dedos de las manos se cuentan los buenos amigos -y aún sobran falanges-, pero los que tengo siempre están ahí, a las duras y a las maduras, en tiempos de crisis y de prosperidad, para reír y llorar... y esto aunque en algunos casos pasen semanas en blanco, sin una llamada teléfonica, sin un mensaje, sin hablar. Son amigos los de siempre y los que me he encontrado por el camino de mis últimas andanzas. Amigas como las que veré este sábado, como los que veo diariamente cuando salgo de trabajar o los que me encuentro en la rutina del propio trabajo. Pero con el permiso de todos, quiero agradecer a una pequeña gran mujer (little Paris) su década de amistad con mayúsculas. Desde los tiempos del pavo hasta otros más recientes donde ha habido menos que celebrar. Nos queda mucho por delante, te queda mucho que hacer, porque "a fin de cuentas no soy distinta de aquella idiota que te quería".