Es triste, pero tuve que ir a misa. Al margen de los motivos que me llevaron a sentarme en el antepenúltimo banco de la iglesia de mi pueblo, lo que ví me puso los pelos de punta -como si fuera la primera vez-. No, no vi a Dios, ni a la Virgen, ni a ninguno de los santos que se han hecho famosos en la prensa rosa de entonces, la Biblia. Vi a un grupo de personas -la mayoría de avanzada edad- que se levantaba al paso del cura, se sentaba según el tono de su voz, se arrodillaba en penitencia y unía las palmas de sus manos mirando al techo -que no cielo- con total excitación. Vi como recitaban en alto, al unísono:
Creo en Dios, Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo,
Nuestro Señor,
Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo,
Nuestro Señor,
que fue concebido por obra y gracia
del Espíritu Santo,
nació de Santa María Virgen;
del Espíritu Santo,
nació de Santa María Virgen;
padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos,
subió a los cielos
y está sentado a la derecha de Dios,
Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar
a los vivos y a los muertos.
al tercer día resucitó de entre los muertos,
subió a los cielos
y está sentado a la derecha de Dios,
Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar
a los vivos y a los muertos.
Creo en el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la vida eterna. Amén.
la resurrección de la carne
y la vida eterna. Amén.
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