jueves, 4 de noviembre de 2010

Despertó y se dio cuenta de que era tan sólo una pesadilla, de que los gritos y las lágrimas habían sido fruto de su imaginación, efecto colateral de la película que había empezado a ver dos horas antes de meterse en la cama. Despertó y se dio cuenta de que no estaba sola, de que al lado, impasible, imperturbable... respiraba profundamente su segunda mitad. La noche anterior habían discutido, se habían alejado como ocurría cada vez que sus opiniones se encontraban en un punto de discordia, pero ahora, al alba, la luz ganaba terreno y las nubes de tormenta desaparecieron en el mismo instante en el que él abrió un ojo y le dijo: "intenta descansar". Volvieron a estar cerca. Después simplemente la abrazó en un gesto cotidiano, mecánico, inconsciente... y volvió a dormirse.Ella permaneció inmóvil, pensativa, con la vista fija en la rendija de la persiana por la que ya se colaban los primeros rayos de un sol apagado por el otoño. Su mente sobrevoló la habitanción en un intento por ver desde fuera la imagen. Tenía miedo, sí, pero no estaba sola.Una mezcla de sensaciones tomaron forma en su estómago, entre el vómito y el alivio, y entonces se levantó y preparó el desayuno. La rutina se impone a la mente más soñadora, pero quizás el sueño sea la propia rutina.

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