Rosas, centros, ramos, flores; rosas, centros, ramos, familiares; rosas, centros, ramos, estupidez.
Aborrezco los cementerios, igual que a esos familiares lejanos pesados que desconoces pero que por causas que no comprendo se convierten en seres cariñosos que parecen haber estado contigo toda la vida, que te tocan, que te dan motivos y razones para seguir dibujando una sonrisa cuando ni siquiera saben si en algún momento has dejado de sonreir. Aborrezco la falsedad de fechas como la Navidad o el Día de Todos los Santos, no entiendo el porqué de un día como este último. Quizás porque no soy creyente o quizás porque no me gusta regocijarme en el dolor, aunque creo que es más bien porque todo se convierte en un circo en donde cada vecino compite por comprar el centro de flores más caro, limpiar con mayor ahínco el panteón o vestir la mejor gala y el mejor abrigo de visón en la misa por los difuntos.Cuestión de alardear, como diría mi abuela, pese a que ella misma hace lo mismo. La apariencia es lo que importa para una generación -mi abuela tiene 86 años- que ha tenido que cerrar con llave muy dentro de sí su verdadera opinión.
Hace años que yo no participo en el circo y ello no quiere decir que quiera menos a mis familiares desaparecidos. El recuerdo es otra cosa, es levantarte y no olvidar, es acostarte y pensar, es celebrar sin levantar la guardia; no es aparentar.
Lo cierto es que si existe el cielo, todos, desde arriba, estarán viendo una España cañí donde personas que no se aguantan se dan la mano y se abrazan, se pintan los labios de rojo putón, se calzan zapatos de aguja a pesar de que siempre acaban clavándose en la tierra donde yacen esos que los vigilan, se enfundan un traje de chaqueta, pantalón y corbata, y agarran a su mujer del brazo aunque en casa vuelen las sartenes. Yo ya no participo en el circo, prefiero quedarme en casa comiendo castañas asadas y viendo la tele, porque este es, por encima de todo y para la gran mayoría, un fin de semana festivo, la oportunidad perfecta para hacer una escapada otoñal, es un fin de semana de celebración y no sé donde está la gracia de enlazar las palabras fiesta y muerte.
Muy coherente tu postura...yo tamnbién quiero unas castañinas!! Lo de los zapatos de aguja y la tierra ha sido muy gráfico. Un beso, guapa.
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