martes, 26 de octubre de 2010

Ausencias y excelencias

El sábado pasado asistí al concierto-homaneje que la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica desarrolló en el teatro Bergidum de Ponferrada con motivo de su décimo aniversario. Una década desenterrando historia desde que en el año 2000 se exhumara la fosa que marcó el origen de la ARMH, la de los 13 de Priaranza.
El acto contó con la presencia de varios exponentes de la cultura española. Cantautores, escritores, poetas y actores mostraron abiertamente su apoyo incondicional a la labor de la asociación y a los ideales que ésta defiende. Sin ir más lejos, Guillermo Toledo se presentó ante todos reconociendo el orgullo de ser un rojo. No obstante, hubo ausencias señaladas, quizás porque el acto fue en Ponferrada y no en Madrid. Se esperaba más después de una década, más apoyo, más palabras de compromiso adquirido, más de esas caras conocidas que han conseguido dar publicidad a las exhumaciones y voz al silencio que con el convive todavía buena parte de España, 35 años después de la muerte del dictador.
Nos guste o no, el marketing es lo que funciona a día de hoy, que un futbolista promocione una marca concreta de gomina es causa de un éxito anunciado, que la periodista deportiva de moda anuncie un producto de belleza es compra asegurada. Lo mismo ocurre aquí, que las caras más destacadas del panorama cultural español asistan a un homenaje a los represaliados y su familias es garantía de conocimiento, de notoriedad, la mejor manera de contar al público lo que se hace, de romper ese silencio, de que el ciudadano de a pie encuentre en sus ídolos, en sus mitos cinematográficos o en sus escritores de referencia un apoyo sobre el que sustentar un pensamiento enterrado, una referencia sobre la que apoyar la idea de que ya no todo lo que florece lo cortan. Por eso hubo ausencias destacadas pero quienes estuvieron, supieron hacerlo.
Personalmente me quedó con tres pinceladas: el escalofriante poema Bo, en el que el escritor gallego Manuel Rivas cuenta la historia de uno de sus abuelos; el Cavalo morto de Juan Carlos Mestre y el mejor final posible, el canto a la libertad del desaparecido Labordeta.

Pd. Hablando de excelencias, no me queda más que mencionar a uno de mis compañeros, el periodista Carlos Fidalgo, que ha ganado el premio Tristana de novela de ficción con la obra El agujero de Helmand, ambientada en la guerra de Afganistán. Enhorabuena. http://www.diariodeleon.es/noticias/noticia.asp?pkid=561194

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