...Se lo llevó el camión de la muerte...
Nueve de octubre de 1936. Villanueva de Valdueza. Antonio Fernández González es asesinado a manos de un grupo de falangistas y enterrado en una fosa a pocos kilómetros del pueblo, en dirección al Campo de las Danzas. Tenía 24 años, mujer y dos hijos pequeños que nunca le conocerían. Nueve de octubre del 2011. Villanueva de Valdueza. Antonio Fernández González aparece. Un grupo de voluntarios de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica encuentra sus restos en el mismo agujero donde un día fue tirado su cadáver. Sus hijos presencian la escena. Antonio y Constantino Fernández García ven a su padre por primera vez y lo hacen tras haber viajado desde Argentina, junto a la nieta del muerto, Adriana Fernández. 75 años después de su asesinato, el mismo día del aniversario de su muerte, El Cesterín —como le conocían en el pueblo— recupera su sitio en la historia y sus hijos el luto. Ya tienen un cuerpo al que velar.
Pocas veces el destino es tan caprichoso. La casualidad quiso que los voluntarios de la ARMH encontraran a última hora de la tarde del sábado los restos que llevaban tres días buscando y fuera ayer, nueve de octubre, cuando descubrieran su cráneo, retirando la tierra que lo ocultaba. «Nunca conocí a mi padre, tenía dos meses y algunos días cuando lo mataron. Nunca he visto una foto suya y hoy lo veo por primera vez, veo su esqueleto», explicaba intentando contener la emoción el hijo pequeño, Antonio, que apenas se lleva unos meses con su hermano mayor, Constantino. Los dos emigraron muy jóvenes a Argentina, tenían 16 y 17 años, eran huérfanos.
Ahora, con 75 y 76 años respectivamente han vuelto a su tierra para cerrar un círculo. Ahora enterrarán a su padre en San Esteban de Valdueza, en el mismo panteón donde descansan sus abuelos y su tío. Esa es su intención si la familia está de acuerdo. Su único propósito es «darle cristiana sepultura, que Dios lo tenga en la gloria y que por fin descanse en paz», explicó Antonio Fernández. Después seguirá otra lucha, pero esta de mano de Adriana, la nieta del asesinado, una de las personas que se ha sumado a la causa abierta por la Justicia Argentina contra los crímenes del franquismo y la verdadera artífice de que su padre y su tío hayan encontrado a su progenitor. Fue ella quien contactó con la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica. Ella lucha, su padre y su tío claman justicia. «Creo que todo aquel que las hizo, tiene la obligación de pagarlas y si hubo gente que mató por matar, que paguen», espetó un hombre huérfano.
Un largo viaje con final agridulce. Los hijos y la nieta de Antonio Fernández González desembarcaron en España el pasado viernes. Viajaron desde Argentina unos días después de que la ARMH comenzara a revolver la tierra para encontrar los huesos de su familiar. Querían vivir en primera persona los trabajos y han podido escribir un final feliz en su cuaderno de bitácora. Se irán a finales de mes con la tranquilidad de haber encontrado lo que buscaban y con la única herencia material de una hebilla y un botón de nácar. Ayer no pudieron reprimir las lágrimas, especialmente cuando los vecinos más mayores, agolpados entorno a la fosa, recordaron los hechos de aquella tarde de octubre de 1936.
Nada hacía presagiar lo que iba a suceder. Quince días antes se habían llevado a doce vecinos de los tres pueblos que conformaban el antiguo Ayuntamiento de San Esteban. Ellos pertenecían a la gestora municipal. Del Cesterín no hay constancia de afiliación política o sindical. Lo que sí saben bien los vecinos es como murió. El «camión de la muerte» —como lo llamaban entonces— llegó a la plaza del pueblo. Allí, sus ocupantes increparon a Antonio Fernández González, lo hicieron salir de su casa y lo apalearon. Lo montaron en el camión ya moribundo y lo llevaron a morir a unos kilómetros del pueblo, en una cuneta. Esto cuentan los vecinos y dicen también que fue porque avisó al alcalde de que iban a ir a buscarle los falangistas. Una vez en la cuneta, ss asesinos le dieron dos tiros, uno en la mandíbula y otro en el pecho, entre las costillas ya rotas.
Los hijos y la nieta de El Cesterín, horas antes de encontrar sus restos |
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