Me rodean expedientes de regulación de empleo, despidos, familias que sobreviven con 280 euros al mes, casas ardiendo, ovejas abrasadas por el fuego -sin ojos-, mujeres asesinadas por sus parejas, deudas, detenciones por cultivar marihuana, vender cocaína o conducir con más alcohol que sangre en las venas; empresas que cierran, obreros que matan a sus jefes por pagarles con un cheque en blanco y hasta un apasionado de la libertad de expresión que ha dejado en calzoncillos a la mismísima potencia mundial, Estados Unidos. Todo ello sin mencionar la agonía de la comarca en la que vivo, de la que soy, que mira ahora hacia un futuro más negro que el color del carbón que quieren borrar del mapa.
El mundo es un caos y esto de estar en la prensa te impide mantenerte al margen. Son pocas las cosas buenas que se publican... no es un buen momento para las noticias felices... pero llega la navidad (piensan algunos). A mí este dato me pone todavía más nerviosa. Pero dentro de tanta convulsión siempre encuentro un remanso de paz, de alivio, de tranquilidad.
Es entonces cuando dejo de ser de cartón piedra
y me convierto en una muñeca de trapo
débil,
con las costuras rasgadas
y el algodón intentando salir a hurtadillas de mi interior.
Me encuentro a mí misma en sus rodillas. Sentada.
Y al costurero con aguja e hilo en mano. Sin dedal. Dispuesto a coser mis heridas.
¡¡Dios, todos los del Diario os estáis convirtiendo en muñecos de trapo!! ¿¿Qué está pasando?? A tu compañero Fidalgo le ha pasado lo mismo.
ResponderEliminarBueno, será el invierno, que nos invita a estar abrigaditos con algo mullido y nada mejor que ser de trapo para soportar los golpes ¿no?
Escribes muy bien. Cuídate mucho.
Será que nos sentimos como monigotes... pero sólo de vez en cuando...
ResponderEliminar